Patricia Nieto, periodista de la Universidad de Antioquia, dirige el proyecto Hacemos Memoria, el cual investiga y discute sobre el conflicto armado y las graves violaciones a los Derechos Humanos en Colombia.
Ha sido ganadora del Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí de la Agencia Prensa Latina (1992) y del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (1996).
La memoria ejercida por la comunidad tiene el valor de generar una conversación pública en torno a un pasado violento. Tener una conversación activa y abierta permite no solo recordar, sino que tiene el propósito de que en las futuras generaciones haya un aprendizaje hecho a través de ese intercambio de experiencias, que permita que las sociedades resuelvan sus conflictos por medios no violentos.
Los ejercicios de memoria o la memoria como acción política en muchos países de América Latina se ha convertido en la columna vertebral o en el ancla de transformaciones en la organización de los gobiernos, en la orientación política que esos gobiernos le dan a su gestión; pero también, estas comunidades o países han generado con ciudadanías más fuertes capacidades para reclamar, insistir y ser exigente de sus derechos ante los gobiernos.
La memoria es cambiante, es una materia dúctil, pero es como la sustancia de esos cambios, por lo que no está escrita, no queda fija en un documento, no queda en piedra como pueden quedar las constituciones o las leyes.
No siempre son edificaciones que se implantan hechas en mármol o en grandes formatos. Yo diría que el mapa de los lugares marcados como sitios de memoria en América Latina son diversos y hay mucha siembra. Se podría decir que hay un bosque de lugares de memoria o lugares escogidos para hacer una ritualización.
Las memorias siempre están en cuestión y siempre se están disputando, lo que ayer fue un lugar en donde la gente se reunía para recordar y en ese recuerdo promover futuros, es posible que en diez años ya no lo sea, por nuevos usos o porque las mismas personas que le daban vida han seguido su desplazamiento. En América Latina es muy común tener que moverse de su entorno. Hay que entenderlos como lugares que tienen un tiempo y un uso, pero que posiblemente ese tiempo y ese uso va a variar.
La memoria solo ocurre en el momento en que varias personas se juntan para rememorar algo, el monumento solo no dice nada. La memoria la hace el visitante que se acerca a la placa e interactúa, esa interacción le produce una experiencia, y él a su vez comparte su experiencia con otro. Ahí está la chispa de la memoria, es el momento en que ocurre, es fugaz, es efímero, luego se dispersa, el caminante sigue su recorrido, pero quedó con esa pequeña iluminación que permite una reflexión y una interiorización de lo que fue esa experiencia.
Los museos son una forma, una estrategia como los gobiernos pueden cumplir con su deber de hacer memoria, en ese sentido yo creo que deberían aportar recursos a los museos que se van generando y que van a convertir en puntos de encuentro, de muchos públicos, quienes serán sujetos de una pedagogía que se genera en estos espacios.
Pero los gobiernos deben tener la madurez y seriedad para separarse del contenido de los museos. Es decir, aportan el dinero o posibilitan la pedagogía que allí se significa, pero esos museos deben estar en manos de la sociedad civil y ser civiles, no comprometidos con el gobierno ni con ninguna fuerza armada, ni partido político que orienten la ideología del contenido de esos museos.
El proceso de hacer memoria parte primero de un proceso social; es decir, la memoria se hace entre varios o entre muchos, la memoria política y la memoria social no se hace en la intimidad, no se hace individualmente.
Es político porque reconoce mi dolor y en mi sufrimiento el dolor del otro, pero también reconoce que fuimos dañados, que recibimos una violencia, una violencia injusta y que si es injusta hay que luchar para que haya verdad y justicia; para que no ocurra en el futuro otra cosa igual o parecida. Eso es lo político, que tiene la memoria, que es un ejercicio para la transformación de las personas y comunidades que sufrieron.
Nosotros estamos todavía en un momento de confrontación y conflictividad social tan fuerte, que ni siquiera nos hemos puesto de acuerdo en qué hay que hacer primero. Sabemos que tenemos que parar la violencia como manera de resolver los conflictos, es muy complejo cuando la sociedad no ha puesto esos límites en el modo de relacionarnos.
Yo creo que los ejercicios de memoria aquí son particulares. Son propios, auténticos, que enfrentan muchas dificultades. Por supuesto Colombia aprende de lo que otros países y otras sociedades han hecho, pero tiene que ser una producción local para que realmente quede un relato de lo que aquí ha pasado.
Sí, hay contradictores en aquellos que no quieren que ciertas cosas del pasado se sepan. Es decir, a quienes no les conviene que haya una justicia completa y eficaz. De ahí vienen muchas agresiones a procesos de memoria no solo físicas, no solo dar un presupuesto para que una casa de memoria funcione en un pueblo o en una ciudad, sino agresiones fuertes, amenazas a los que promueven estas acciones.
Hacer memoria es hacer ruido, que a su vez hace un eco en la conciencia que empieza a ser incómodo, molesto y un riesgo para quienes no quieren o enfrentar el pasado o responder por hechos de los que fueron actores. No necesariamente son asesinos o participaron como actores armados en los conflictos, pero pueden ser herederos de viejas ganancias y no están dispuestos a perder ni tierras que heredaron, ni posición social y mucho menos, como diríamos, a ver afectada la honra de su apellido por haber heredado ganancias de guerras viejas.
Mily Cohen es una mujer sonriente que se desempeña desde muy jóven como vicepresidenta y cofundadora del Museo Memoria y Tolerancia en Ciudad de México, junto a su compañera y colega Sharon Zaga. Movida por el dolor producido en la época del genocidio de Ruanda, quiso plasmar una huella que se inmortalizara y sirviera como herramienta de no repetición a las próximas generaciones.
La tolerancia me costó muchísimo trabajo, tratamos de cambiarlo en varias oportunidades, incluso había leído que a Gandhi no le gusta la palabra, pero no encontraba otra. La tolerancia es la relación armónica de las diferencias, partiendo de que no tenemos que estar de acuerdo con todo, ni con todos, pero tengo incluso que respetar las opiniones ajenas. La tolerancia tiene un límite en donde deja de ser virtud, no podemos tolerar la violencia o la impunidad, entonces es importante tener en claro el límite para no tolerar lo intolerable.
Yo siempre he dicho que el otro, el desconocido no es un límite, sino una posibilidad para aprender, para enriquecerme, para crecer.
El Genocidio de Ruanda me impactó muchísimo. Fui a trabajar a Ruanda, fui a los campos de concentración Nazi y regresé con la idea de hacer un museo de memoria histórica y de la tolerancia, que es lo que diferencia mi museo a todos los demás; además, estudié en una escuela judía y claro, estudiábamos el Holocausto, me había impactado enormemente esta capacidad destructiva del ser humano y de cómo era posible que pudieran existir la sistematización de la muerte por parte de un gobierno.
Son 12 años de trabajo, empezamos muy jóvenes. Es un proyecto grande, empezamos con un museo más modesto, y conforme íbamos tocando puertas crecía la idea y el proyecto. Se involucraron algunos actores importantes que sabían, entre ellos el que era el secretario de educación, quien vio como visionario la idea de tener este tipo de museos que hablaran de la tolerancia, y así fuimos tocando puertas en el extranjero, también para la parte académica y de donativos que permitieran crear este lugar.
Los arquitectos, abogados, constructores hicieron pro-bono, e incluso nosotras. Nadie cobró dentro del museo para crearlo.
Es privada, financiamos de donativos, de gente que cree en el proyecto y de taquilla. Entonces, la sustentabilidad es 80% taquilla y 30% donadores, tanto como privados, como empresas nacionales y trasnacionales.
Ya es muy difícil cambiar a los grandes. Nosotros le estamos apostando a la educación en los jóvenes, y yo creo que traen otro “chip”, por así decirlo. Hay más conciencia ecológica, más conciencia social, están exigiendo sus derechos, es una generación distinta a nuestra generación y es una generación que quiere buscar un mejor futuro.
Entonces, el museo apuesta a preparar a estos jóvenes futuros, que van a ser médicos, abogados, presidentes, senadores, diputados, a que tengan una conciencia cívica cuando estén en esos puestos. Siempre les digo: hay neonazis, también debe de haber neoGandhis porque realmente no somos espectadores de la historia, somos actores de la historia. La conciencia sin acción no tiene sentido, las mismas personas sin hacer nada no les sirven al mundo, ni a las personas vulnerables, ni a los grupos vulnerables.
Una de las exposiciones más visitadas y de mayor impacto en la sociedad fue Feminicidios en México, una exposición sobre lo que sucede con la violencia de género y la impunidad en este país. Duró más de lo pensado. Teníamos mucha fe, bueno yo no, pero la gente tenía fe en este Gobierno, en el nuevo, y ha sido lo mismo de lo mismo e incluso peor. No se ha visibilizado como se debería visibilizar el problema de la mujer en México.
Nosotros hablamos de los retos, de las minorías discriminadas en el país que generalmente son las mismas en Latinoamérica.
Nosotras somos finalmente las que exponemos y decidimos qué se expone. Las fuentes son importantísimas, entonces tenemos fuentes fidedignas de todo, además de la historia, que ya la tenemos puesta, no hay forma de equivocarnos ahí, nadie puede poner una idea en el museo que no sea filtrada por nosotras. Entonces, bueno, abocamos a las fuentes correctas.
Que este museo se replicara en cada país del mundo donde se tenga que hablar de tolerancia, impunidad y conciencia social, cada museo enfocándolo a la problemática de cada país.
No, nunca han intervenido en nuestras decisiones, no hemos tenido ningún problema hasta hoy, incluso con el Gobierno pasado no tuvimos ningún problema, incluso venían a la inauguración. Lo único cercano es la cifra de México, donde ocupa uno de los primeros lugares en el mundo de riesgo a los periodistas. Ellos sí corren riesgos.
Las exposiciones se hacen de mano con las víctimas, jamás las dejamos por fuera de ellas, se les involucra en todo el proceso creativo, se les involucra incluso como guías o invitadas de las conferencias, talleres, inauguraciones.
Siempre nos ha afectado mucho este efecto colateral de los niños en las guerras, en los gobiernos corruptos y en la violencia. Es tan absurdo pensar tantos millones de muertos e inocentes, y todo este egoísmo de los seres humanos que se lleva entre las patas, por decirlo así, a los menores de edad. A partir de esto, decidimos que el cubo es el memorial de los niños y está cubierto por este árbol blanco, simulando un árbol blanco por su pureza e inocencia. Querían que fuera imponente este cubo, en donde nos habla de la conciencia, y es precisamente cuando entran al cubo que hay un minuto de reflexión sobre lo absurdo de la violencia y llegar a la parte de la tolerancia.
Claro que sí, es un trabajo durísimo, siempre que pienso en las víctimas o que las veo - tengo amigos sobrevivientes de Ruanda - es algo complicadísimo, porque mientras no exista la reconciliación y la justicia que se le debe a las víctimas es muy difícil esta resiliencia. Obviamente es un trabajo de cada uno de ellos por su lado, por su rasgo de carácter van saliendo en sus posibilidades, pero creo que de parte del Gobierno es indispensable que haya esta reconstrucción de la memoria, de la historia, la justicia y la falta de impunidad que pueda haber esta tranquilidad de parte de las víctimas y puedan recuperarse del todo.
Artista, investigadora, activista y experta en creación de medios. Tras la represión militar que vive Nicaragua, desde abril de 2018, decidió entregar su conocimiento a trabajos sociales por la memoria y las víctimas, grupo del que su familia hace parte. El encuentro para la entrevista está mediado por las pantallas. Es inevitable empezar hablando de la situación del país.
“Estaba pasando una insurrección. Básicamente hubo una reforma en la seguridad social, esta hizo que bajaran las pensiones a los adultos mayores sin ninguna consulta. Ellos salieron a protestar. El tema de seguridad social en Nicaragua es un tema muy contencioso porque está quebrado y el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo hicieron una represión para los adultos mayores, y lo que pasó fue que los jóvenes se solidarizaron y empezaron una serie de protestas en las que disparaban a los manifestantes, y se llegó a una cantidad de 325 personas asesinadas en tres meses”
Este momento creó mucho terror en la población porque las personas tenían miedo, pero mucha indignación y una de las cosas que identifiqué era que cuando hay una víctima el nombre suena, cuando es la segunda el nombre suena, pero cuando son más de 30 los nombres se vuelven borrosos. El gobierno ejerció mucha crueldad y arrebató a las personas el derecho de la memoria.
Por ejemplo, en espacios públicos donde colocamos las caras de las personas, todo era vandalizado, sí las familias hacían un mural fuera de sus casas era vandalizado.
A partir de esa guerra que hizo el gobierno contra las familias de las víctimas se creó Asociación Madres de Abril (AMA), que es una organización liderada por mujeres víctimas, pero también hacen parte hombres.
A mí también me movió el hecho del asesinato de mi tío, cerca de nuestra casa, algo que quedó en la impunidad. Ninguna investigación, y hasta le robaron la camioneta en la que él andaba. A partir de eso yo me convertí en parte de la asociación, me dije -tengo esta experticia en generar medios y está la necesidad-.
Uno de los objetivos de AMA era la construcción activa de la memoria. En el manifiesto planteamos hacer un banco en contra del olvido. Hice el trabajo de ir a los diferentes territorios.
El componente del manifiesto principal es un archivo web, donde están todas las biografías de las víctimas. El archivo fotográfico, trajeron objetos de las víctimas que fotografiamos, e hicimos un proceso como la verdad y la justicia están pendientes nosotros nos encargamos básicamente de hacer la investigación dentro del museo. Las familias mapearon los hechos desde que su familiar salió de la casa, fue asesinado y donde fue llevado. Creamos unos mapas digitales colectivos y también una recopilación de cómo las familias le han hecho homenaje.
Teniendo todos estos componentes decidimos, para el lanzamiento, hacer una exposición física abierta por tres meses, en la Universidad Centroamericana y la tuvimos que cerrar porque hubo un pique en la represión.
Hubo una protesta de las madres de presos políticos en la iglesia de San Miguel. Les cortaron la luz y el agua a las madres que tenían una semana de estar protestando.
Había otras protestas en la Catedral de Managua donde las fuerzas de choque del gobierno golpearon a los padres y a las hermanas que manejaban la Catedral, y en ese momento nosotros dijimos: está demasiado riesgoso seguir con esta exposición vamos a cerrarla ahora.
Lo que ha hecho el Estado es crear una narrativa de que fue un golpe de estado orquestado por los Estados Unidos, la derecha, diferentes chivos expiatorios, pero lo han hecho porque no reconocen el descontento popular que había en Nicaragua y el descontento que hubo por las violaciones a derechos humanos.
Entonces, al hacerse oídos sordos han creado una narrativa de revictimizar a las víctimas, negar su existencia e incluso asediarlas. El trauma de que no podemos hacer conmemoraciones. Es muy fuerte cómo el gobierno ha tenido bastante crueldad y deshumanización de las víctimas, en vez de asumir la responsabilidad: ejecuciones extrajudiciales, torturas, violencia sexual, negación a la atención médica.
El gobierno utilizó todos los aparatos para reprimir cualquier persona que estuviera en contra de ellos, incluso sus partidarios, lo cual es muy interesante porque en el Museo incluso hay muchas personas de origen sandinista, que estaban de acuerdo con el partido.
Tiene una ley de atención integral a las víctimas que crearon después de las protestas. El problema es que no está de acuerdo con los estándares internacionales de cómo deberían tratar a las víctimas, y considera solo la narrativa del gobierno que igual dice que hubo un golpe de estado y que las víctimas solo están del lado de ellos. Más bien, todo el trabajo que ha hecho esa ley ha sido crear un sistema donde las personas que son víctimas están siendo revictimizadas, entonces no les están dando atención, más bien les están dando más violencia.
El museo AMA quiere crear un diálogo intergeneracional para que esto nunca más vuelva a pasar, para que no haya un Estado que se vaya en contra de su propia población, para que no haya nunca más en Nicaragua impunidad, porque hemos vivido muchos ciclos de impunidad, eso es lo que también ha permitido que la violencia regrese.
Marta Cisterna Flores es defensora de derechos humanos en Chile, pertenece a la Casa de Memoria José Domingo Cañas desde donde coordina la Comisión de Observadores de Derechos Humanos. Además, es parte del equipo de incidencia de la Red de Sitios de Memoria de Latinoamérica y el Caribe (Reslac).
Nosotros nos “inscribimos” en la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia, que es una red de memoria muy grande, y que está en todos los continentes. Teníamos algunos encuentros donde hacíamos intercambio de experiencias de sitios de memoria con África, algún país de Asia, y nos fuimos dando cuenta que había muchos sitios de Latinoamérica. Teníamos una temática bastante particular: las dictaduras en nuestra región. A partir de ahí surge Reslac.
En Chile, por ejemplo, durante muchos años solo había un sitio de memoria. Luego fuimos tres sitios, y en este minuto somos diez lugares de memoria, que, además estamos en RESLAC. Sin embargo, Colombia entra con su red interna de sitios. De hecho, estuvimos en un encuentro con todos esos sitios, lo que nos permitió, en términos territoriales, entender de mejor manera cómo el conflicto armado había y sigue afectando a Colombia, porque esa también es la idea de la RESLAC: comprender los procesos que se han ido dando en cada país, y encontrar los puntos en común, que son bastantes como el conflicto armado y el abandono de nuestros gobiernos.
Por otro lado, desde RESLAC se discute mucho el cómo podemos hacer fuerza desde los distintos espacios de memoria y poder aportar en las garantías de no repetición y en la preservación de la memoria. Lo que ocurre en Latinoamérica en estos últimos años es que hay una derechización de los gobiernos que han traído viejas y nuevas prácticas de represión, criminalización, desaparición de personas en el presente, por eso nosotros al momento de revelar lo que ocurrió en el pasado debemos hacer conexiones, participar con el presente.
Yo te diría que para los gobiernos su preocupación no son los sitios de memoria, nosotros somos un estorbo para los estados. Es una disputa en los distintos estados y con los gobiernos de turno porque, a modo de ejemplo, en Chile no hay políticas de memoria.
Los sitios de memoria no han sido iniciativa de ningún estado o de ningún gobierno, los sitios de memoria han sido producto de la presión y la organización de familiares, de sobrevivientes, de vecinos... de la sociedad civil. Son muy pocos los sitios en Latinoamérica y el caribe que tienen financiamiento estatal. Seguimos en este círculo del terrorismo de Estado, porqué estamos en un continente donde la impunidad está presente todo el rato. Eso hace precario los espacios de memoria.
Lo que hacemos es mostrar, efectivamente, lo que ellos no quieren que la gente vea. Entonces sólo por el hecho de existir un sitio memoria ya es un peligro para el Estado y el gobierno de turno.
En el caso nuestro, como sitio memoria, nosotros estuvimos al borde de tener que cerrar el sitio porque sin una fuente de financiamiento es imposible. Lo hacemos desde la militancia, pero llega un punto que es insostenible. En nuestro caso logramos que el Estado chileno nos diera algo de financiamiento, pero es tan mínimo que no nos permite llevar a cabo un proyecto de sitio.
Por otro lado, Son ocho sitios de memoria en Chile que percibimos alguna fuente de financiamiento que sale de un fondo de cultura, y ahí volvemos a la invisibilización porque dentro de ese fondo de cultura estamos al mismo nivel que el Museo de Bellas Artes, que el Centro Cultural Gabriela Mistral, nosotros no podemos ser cultura, no podemos estar a cargo de un Ministerio de Cultural, porque los sitios de memoria no tienen que ver con cultura, tienen que ver con derechos humanos, independiente que tú puedas desarrollar en los sitios actividades culturales, pero no somos un centro cultural.
No es falta de presión por parte de las organizaciones de derechos humanos, porque hemos estado en un montón de mesas de trabajo, hemos estado en la calle y hemos estado en el Congreso, pero no hay voluntad política para tener políticas la memoria, ese es el tema.
La Casa Memoria José Domingo Caña ha tenido cinco ataques, y en ninguno de esos ataques hemos tenido a un miembro del Estado visitando el sitio memoria para ver lo que pasó. No hemos tenido medidas de resguardo. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos nunca ha estado en José Domingo Caña, como ejemplo, no conocen el sitio, no lo han pisado.
Previo a lanzar un informe de derechos humanos, hace algunos años, fue el primer ataque que tuvimos. Se entraron al sitio de memoria y se robaron todas las CPU de los computadores. Durante el estallido social tuvimos ataques consecutivos, donde nos dejaron incluso fecas dentro del espacio.
Yo no sé si eso sea posible, porque la memoria es una disputa. Por eso nosotros ahora ya no hablamos de la memoria, hace rato que empezamos hablar de las memorias, porque entendemos esta disputa, y las memorias se disputan desde el lugar desde donde uno está, en ese sentido las memorias son dinámicas.
Honestamente me parece que es muy difícil plantearse la objetividad, nosotros intentamos objetivar en la observación, pero cuando miramos lo que ocurrió en el sitio, cuando miramos la memoria del sitio, nos paramos desde el marco de derechos humanos, esa es nuestra forma, para ver lo que nos parece que no fue correcto, que no se debió hacer, pero también relevamos los proyectos políticos que estaban en la base de lo que el terrorismo de Estado quiso callar.
Sí, nosotros creemos que sí, pero en ese sentido creemos que hemos tenido bastante influencia como sitio de memoria, no solamente en relevar esta memoria o estas memorias, no solo eso, sino también instalar miradas relacionadas con el enfoque de derechos humanos y el concepto de dignidad, que es algo que, por lo menos, como sitio de memoria, trabajamos fuertemente con el movimiento estudiantil en los colegios, y vimos durante el estallido social que la desnaturalización de la tortura, la desnaturalización de la criminalización de la protesta social, también ha sido un aporte que hemos hecho desde el sitio memoria.
Politi es el actual director Administrativo del Núcleo de Preservación de Memoria Política en Sao Paulo. Es un brasileño naturalizado, que nació en Egipto hace 72 años. Su lucha por preservar la memoria en Brasil ha estado presente en su trabajo, en su activismo político y en todos los aspectos de su vida. Para él, resulta fundamental reconocer los sitios de memoria con el propósito de darle valor a los hechos históricos que no se pueden olvidar.
Cuando tenía 21 años, yo militaba en una organización de resistencia a la dictadura militar llamada Acción Libertadora Nacional, ALN. Cuando militaba esta organización clandestina, fui arrestado por las fuerzas de la represión política. Fui inicialmente condenado y juzgado. Me condenaron a pena de 10 años de cárcel. Esta pena fue después bajada debido a una apelación que hicieron los abogados y cayó de 10 para 4 años.
Al salir tuve también otro proceso, estábamos en plena dictadura, aquí fue del 64 al 85 y sufrí un segundo proceso que fue la de expulsión del país. Yo no soy nacido en Brasil, yo nací en Egipto y vine con mis padres inmigrantes a Sao Paulo en el año de 1958, cuando tenía 9 años de edad. Aquí me crié, hice todos mis estudios y en aquel entonces los militares consideraron, por el hecho de que yo no había nacido en Brasil, que yo era un extranjero y por lo tanto me expulsaron del país.
Regresé a Brasil en 1980. Tenía una situación distinta, me había casado en el exterior, tenía hijos chicos, tenía que trabajar, no había terminado la universidad. Tuve que entonces volcarme a la actividad profesional. Trabajé durante 27 años en una empresa multinacional de control de calidad y en el curso de esos años, trabajando para esta entidad, para esta empresa multinacional de origen suiza, viajé por cinco países de distintos continentes: África, América Latina, viví en Perú, en México, en Argentina, siempre por el trabajo.
En 2004, todavía trabajando para esta empresa, ya en ella como gerente de la entidad en el país. Trabajé durante algunos años bajo la presidencia del presidente Lula, en la secretaría especial de derechos humanos de Brasilia, la capital, y después que terminó mi periodo en el gobierno, junto con otros ex presos políticos, fundamos una entidad aquí en San Pablo llamado Núcleo de Preservación de la Memoria Política. Esta entidad fue formada por Iván Seixas, por mí y por varios otros expresos. Esa entidad hoy tiene 13 años, actúa en el campo principalmente del rescate de la memoria histórica, de la educación cultural, los museos, los lugares de memoria; en fin, toda esa gama de actividad que tenemos.
Pues yo diría que mucho interés no hay. La prueba es que en Brasil, imagínate un país del tamaño de Brasil, con más de 200 millones de habitantes, 24 estados, que se llaman en otros países provincias y realmente hasta el momento tenemos un centro de memoria muy activo en Sao Paulo, que ayudamos a construir nosotros, que es Memorial de Resistencia; y otro lugar de memoria en el estado de Ceará, que también se llama Memorial de Resistencia de Fortaleza en el nordeste de Brasil.
Entonces, realmente muy poco, hay muchos lugares que hace la sociedad civil y que se reconocen como lugar de memoria, pero que por varios motivos todavía no se concretan y no hay una política pública para la preservación de esos lugares. Más que preservación, también la puesta en marcha de lugares tipo museos, memoriales, como el Memorial de Resistencia, en los que se enseñe a los jóvenes que no vivieron en ese periodo lo que fue ese periodo.
Nosotros nos financiamos a través del Proyecto Memorial de la lucha por la justicia, que es este museo que se va hacer en homenaje a los trabajadores y a los abogados y a los presos políticos. El núcleo recibe una ayuda de una fundación internacional para hacer todo lo que es la investigación. Lo que va a ser la expografía de este lugar, tienes que saber qué es lo que va a mostrar, así como el Memorial de Resistencia, si entras en la página, ves exactamente lo que ellos muestran ahí. El Memorial de Resistencia es un organismo del estado de San Pablo, este sí recibe financiamiento del Estado. Nosotros, el núcleo, tenemos una alianza con el Memorial de Resistencia y recibimos una partecita, una ayuda, justo para organizar en el memorial actividades culturales una vez al mes.
Otra parte de la financiación viene a través de una entidad internacional, una fundación inglesa a la cual nosotros mandamos nuestro proyecto para hacer la investigación de lo que va a mostrar el Museo Memorial de lucha por la justicia. Hace 3 años que estamos, por ejemplo, entrevistando gente, haciendo grabaciones profesionales en estudio de gente que pasó por esta auditoría militar, que fue juzgada ahí, de todo tipo de personas: campesinos, obreros, estudiantes, abogados, y esto va a ser una parte de la colección del museo.
El valor es justamente el hecho de poder comprobarse In loco, In situ lo que ha pasado, principalmente en estos días de negacionismo, en esos días donde la historia, la narrativa es contestada por varias personas que quieren imponer otro tipo de narrativa histórica. Para mí no hay mejor respuesta que el lugar de memoria, que llevar a los jóvenes a un lugar donde ocurrieron esos hechos y escuchar de la boca de quien pasó por esos hechos realmente qué era.
Hablar con grupos de estos jóvenes que van. De vez en cuando un profesor pide que se organice lo que se llama aquí en brasilero “una roda de conversa”, una conversación después de la visita con un expreso político, que pasó por las celda y yo he hecho eso innumerables veces. Siempre muy impactante, porque ahí sí ves la influencia que tiene el lugar sobre la juventud. La juventud que te dice: yo sabía que eso había pasado.
Además, pregunta si eso pasó en Brasil, cómo puede ser que su papá nunca le dijo nada, cómo puede ser que su abuela diga que la dictadura fue la mejor y que había menos violencia. Y todo eso son preguntas a las cuales contestamos sobre si realmente hay torturas hoy, siguen o no siguen, qué tipo de tortura, y todo eso son preguntas que solamente estando en el lugar puedes tener la extensión real del significado.
El valor que tiene ese lugar de memoria es el valor de los hechos históricos. Nosotros no manifestamos opiniones, nosotros estamos contra las opiniones, vamos a los hechos históricos y los hechos no pueden ser refutados, contestados, porque acontecieron, acontecieron conmigo. Eso es el valor que tiene una persona visitar un lugar como este.
Es autor del libro La historia política del Nunca Más. La memoria de las desapariciones en la Argentina, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) y experto en temas de historia reciente en América Latina, memoria social y derechos humanos. Desde Argentina habló con el equipo de periodistas sobre el valor de la memoria en América Latina.
Surgió a partir de los éxitos electorales que cosechaba el general Antonio Domingo Bussi, que había sido gobernador de la Provincia de Tucuman durante la dictadura militar y que se empezó a presentar a cargos electivos a mediados de los años 80. Empezó a cosechar una importante cantidad de votos, un 20% en su primera presentación. Entonces mi pregunta de investigación era ¿Por qué la gente vota a Bussi si fue un destacado represor? Periodistas y algunos colegas desechaban, no tomaban en consideración la posibilidad de que hubiera una memoria positiva del gobierno de Bussi, al contrario, proponían que el voto a Bussi condensaba una suerte de olvido de los tucumanos acerca de su papel como gobernador durante la dictadura.
Empecé a explorar los textos sobre memoria que daban cuenta del carácter plural de la misma. La memoria condensa también recuerdos y olvidos, por lo que no se podía pensar a los votantes de Bussi como olvidadizos y desmemoriados, y a los que no lo votaban como los portadores de la memoria, lo que había en la Provincia de Tucuman eran memorias enfrentadas: quienes votaban por él en buena medida, valoraban y rescataban la supuesta apuesta de orden que había hecho su gestión en la provincia.
La experiencia de Argentina muestra que la posibilidad de asignar instancias estatales civiles del movimiento de derechos humanos ha dado frutos importantes. La Comisión Nacional de Desaparición de Personas investigó sobre el tema de desaparecidos y elaboró el informe “Nunca Más”. Estuvo integrado por diputados de la nación, por miembros del partido oficialista de ese momento pero también por miembros de los organismos de derechos humanos y miembros o funcionarios del Estado. El Nunca Más, se convirtió en un modelo para otras comisiones; la investigación también derivó en la acumulación de pruebas que fueron sustantivas y decisivas en el juicio de las juntas militares, sirvió como instrumento de pedagogía de la memoria en los colegios, y para la elaboración del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado.
El sitio de memoria en la ex ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada, fue uno de los principales centros clandestinos de detención en Argentina, donde estuvieron cautivos muchos de los desaparecidos. Hoy (convertido en museo de la memoria) está integrado por un directorio en el cual participan funcionarios del gobierno de la ciudad y de la nación, pero también miembros de organismos de derechos humanos, es decir, que allí hay una gestión mixta entre los principales movimientos sociales que denunciaron e impulsaron la lucha por la memoria, la verdad y la justicia, junto con el Estado. Por supuesto, no es un escenario que podríamos definir como un lecho de rosas; hay tensiones, discusiones, debates, pujas. Como en todo proceso político o cultural, ninguno está exento de ese tipo de situaciones, entonces creo que en la medida en que el movimiento de derechos humanos logra crear una legitimidad y acumular las fuerzas suficientes para poder discutir con el Estado de igual a igual, se puede establecer si hay voluntad estatal de llevar adelante iniciativas de este tipo, se pueden construir resultados sustantivos, importantes y significativos.
Cuando decimos una buena o positiva memoria, habría que pensar en términos de una memoria desde la que se puedan contemplar las diferentes formas de sufrimiento de la victimización, y principalmente que pueda transmitir una enseñanza sobre lo que ocurrió, no solamente para que no ocurran más sino para entender por qué ocurrió. A veces se cree que solamente con un monumento o una placa que exponga el nombre, las edades o algún dato más de las víctimas y la mención de que fueron víctimas de un determinado proceso es suficiente para pedagogía de la memoria, y sabemos que es necesario poner a disposición o intervenir en la construcción y elaboración de conocimiento de este pasado, porque un pasado que no se conoce no se puede pretender que no se repita.
Creo que en varios países de la región se hicieron esfuerzos importantes por castigar a los culpables de las violaciones, por transmitir nuevos sentidos sobre el pasado, diferentes a los que los perpetradores pretendieron imponer, y también por hacer justicia. Sabemos que la justicia en estos casos nunca es plena y absoluta.
En el continente, los sitios de memoria, la inclusión de este paso en los colegios secundarios, la transmisión a través del arte, las películas, documentales, el teatro, la plástica, son formas para intentar que estos pasados no se olviden, porque como dijo el ex Presidente Lagos, Chileno, “No hay mañana sin ayer”, aquellos que dicen que hay que pensar en el futuro, este punto del futuro no existe como tal, como momento, como tiempo, como temporalidad sin el ayer y el hoy, entonces no se puede pensar en el futuro despegándose del pasado y del presente.
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